29 Epílogo: La luz detrás del cristal
Epílogo La luz detrás del cristal Volví a Montreal el 6 de junio de 2006, después de ocho años en México. Aquella mañana, el aire olía a lluvia antigua, como si la ciudad hubiese estado esperándome bajo un manto de recuerdos que aún respiraban. El frío no era nuevo, tampoco el idioma ni esas calles que se extendían hasta el horizonte. Pero esta vez era distinto. No me perseguían sombras ni me empujaba un pasado con garras heladas. Regresaba con las manos abiertas. A los 54 años, sentía el peso dulce del tiempo —ese que antes me arrastraba y ahora caminaba conmigo— como un viejo compañero que finalmente había aprendido mi ritmo. La serenidad, tan esquiva en otras épocas, aparecía ahora como una lámpara encendida en medio del invierno. Me alojé en casa de Manuel González, amigo de vieja data. No hubo interrogatorios al llegar. Apenas una mirada que reconoce sin preguntas, la entrega silenciosa de una llave y un "bienvenido" que me sostuvo con la firmeza de un puente inesper...