Epílogo: La luz detrás del cristal: Donde termina el camino… y comienza otro
Para los que prefieren audio en youtube.com Volví a Montreal un 6 de junio de 2006. El frío no era nuevo, ni el idioma ni las calles que parecían arrastrarse hasta el horizonte. Había caminado por ellas antes, cuando la urgencia era escapar, cuando cada paso se sentía como una despedida. Pero esta vez era distinto. Esta vez no había sombras persiguiéndome, no había un pasado que me empujara. Llegué con intención. Llegué para recoger los pedazos que el tiempo y la distancia habían dejado esparcidos, para reunir lo que la vida, en su crueldad y su belleza, había separado. A los 54 años, sentía el peso del tiempo, aunque también su tregua. Ya no me empujaba, parecía acompañarme, como si hubiera aprendido a andar a mi ritmo. Había envejecido desde la última vez, sí, pero ahora las cicatrices en el alma eran menos ásperas, sus bordes pulidos por los años. La tranquilidad había llegado, y en el silencio encontraba respuestas que antes no sabía escuchar. Me alojé en la casa de Manuel González...