29 Epílogo: La luz detrás del cristal: Donde termina el camino… y comienza otro
Epílogo La luz detrás del cristal Volví a Montreal un 6 de junio de 2006. El frío no era nuevo, ni el idioma, ni las calles que se extendían hasta el horizonte como brazos esperando un abrazo. Había caminado por ellas antes, cuando la urgencia era escapar, cuando cada paso se sentía como una despedida sin retorno. Pero esta vez era distinto. Esta vez no había sombras persiguiéndome, no había un pasado que me empujara con sus garras heladas. Llegué con intención. Llegué para recoger los pedazos que el tiempo y la distancia habían dejado esparcidos, para reunir lo que la vida —en su crueldad y su belleza— había separado como semillas al viento. A los 54 años, sentía el peso del tiempo, aunque también su tregua. Ya no me empujaba; parecía acompañarme, como si hubiera aprendido a andar a mi ritmo, como un viejo amigo que finalmente comprende. Había envejecido desde la última vez, sí, pero ahora las cicatrices en el alma eran menos ásperas, sus bordes pulidos por los años hasta co...